Antes, durante y después…

¡Hola amigo o amiga! Por circunstancias de la vida, nos hemos encontrado aquí. Quizás te estés planteando la opción del Colegio Alborada para inscribir a tu hijo o hija o quizás seas un antiguo alumno o alumna que sigue con detenimiento las noticias del Colegio. Yo personalmente no te conozco, pero permíteme contarte mi historia, a fin de que esta, te sea de gran utilidad.

Mi nombre es Fco. Javier Belmonte Peñalver, y actualmente estoy terminando mi grado en “Estudios Ingleses” por la Universidad de Alcalá de Henares. En enero de este mismo año 2020, se me presentó la oportunidad de poder realizar mis prácticas externas del grado en el Colegio Alborada, lugar donde estudie 6 años de mi vida (ESO y Bachillerato). Esto no solo era una excusa para volver a ver a mis profesores, a los cuales tanto cariño les tengo, sino que también era un sueño desde niño. Por tanto, ¿Qué mejor lugar para hacer mis prácticas, que el colegio que me ha formado y cuidado hasta para ser el joven que soy ahora?

En mis años como estudiante (2010-2016), encontré en el Colegio Alborada la mano de Dios en cada cosa, por insignificante que pareciera. Desde la atención y paciencia que los profesores, generosamente, me daban (que sinceramente era mucha), hasta el cariño y el calor de mis compañeros de clase que, aun habiendo pasado 4 años, siguen formando parte de mi vida, gracias a la Asociación de Antiguos Alumnos (ALUMNI). Un Colegio, además, donde nos enseñaban valores humanos y donde se busca no solo formar a profesionales para la vida laboral, sino sobre todo personas que puedan ser sal y luz haya donde estén.

Sin embargo, el mundo universitario, pese a todas sus ventajas, no daba importancia a estos valores. Cuando acabé mis estudios en Alborada, allá por el año 2010, empecé mi carrera universitaria en “Estudios Ingleses” (Filología Inglesa). Esto para mí fue un gran descubrimiento. Con mucha ilusión atendía a las clases de la Universidad, pero poco a poco empecé a echar en falta lo que yo llamo: “El espíritu del Alborada”. Deja que me explique. Los profesores de la Universidad no tenían apenas relación con nosotros y, por lo tanto, poco interés en nosotros, aunque naturalmente hubo excepciones. Pero claro, yo estaba acostumbrado al trato personalizado de mis tutores en Alborada, los cuales me ayudaban y asistían, tanto en materia académica, como en materia personal. Fue entonces cuando empecé a entender la suerte que había tenido de haber estudiado en este Colegio. Y es que, ciertamente, muchas veces empiezas a valorar más algo que ya no tienes. De hecho, muchos de mis compañeros en la Universidad me confesaban su admiración ante el hecho de que yo pudiera seguir teniendo trato con mis profesores y compañeros del instituto. Sin embargo, a pesar de todo, doy muchas gracias a Dios por el tiempo en la Universidad, donde he podido madurar como persona.

En el momento de pedir las prácticas externas en la Universidad, lo tuve claro: “Yo quiero poder ser profesor y enseñar aquello que a mí me han enseñado en el Colegio Alborada”. Mi deseo era (y es) poder ofrecer a los demás, aquello que a mí me ofrecieron en su día. Enseñar inglés, sí, pero con estos valores, con este “espíritu del Alborada”. Para mi sorpresa, el recibimiento como nuevo profesor en prácticas fue inigualable. Los profesores, mis antiguos profesores, se volcaron en mí como un hijo más. Para ellos el tiempo que estuve fuera del Colegio era indiferente, ya que me acogieron como uno más. Naturalmente, para mí todo empezó siendo nuevo, ya que ahora era un profesor, y no un alumno. La perspectiva, por ello, cambió drásticamente. Esto fue quizás lo que más me costó, el ver a mis profesores como compañeros de trabajo. Sin embargo, como digo, gracias a ellos, esto fue una tarea muy simple.

Desde el minuto 0 me adapté al ritmo del Colegio. Todos y cada uno de los profesores, me ofrecen continuamente poder asistir a sus clases libremente, donde aprendo a ser un buen profesor. Incluso, actualmente estoy dando, bajo la tutela de mi tutor, mis primeras clases. Espero poder ser tan buen profesor como lo son ellos. Hoy por hoy, gracias a Dios, me siento uno más en esta familia. Estoy muy contento de poder enseñar a los niños desde el cariño y el respeto; cuidando de sus necesidades, y siendo para ellos un referente tanto dentro, como fuera de las clases. En definitiva, estar para poder acompañar, académica y personalmente, a los niños y niñas en su camino académico. Esto es para mí la educación. Un camino que implica una excelente formación académica. Pero un camino que tiene como fin formar buenas personas que lleven una ética cristiana a sus ambientes profesionales y familiares. Y esto, amigo mío, lo aprendí en el Colegio Alborada.

Francisco Javier Belmonte Peñalver
Profesor Becario
Colegio Alborada

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