“No busquéis ser padres con apellido, centraros en ser PADRES” es, quizá, la frase que más me marcó de la homilía de nuestra boda. Hace unos meses me estrenaba como madre. María ha llegado a nuestra familia en el primer año de matrimonio, siendo una niña muy deseada y querida.
Con María, ha llegado también el momento de vivir en primera persona todos los consejos que he dado a las familias que he tenido el privilegio de acompañar durante estos años.
Muchos son los instantes que guardaré en mi memoria. Si tuviera que quedarme con un momento del día de estos últimos meses, creo que te diría “cuando tengo a María en brazos mientras le doy de comer”. Es nuestro momento de complicidad, es el momento de mirarnos cara a cara y tener conversaciones silenciosas desde lo más profundo del alma, en las que constantemente me sale desearle que sea feliz, muy feliz.
Como padres, ¿cómo podemos ayudarle en este camino?
“A veces, cuando se trata del futuro de los hijos, nos centramos fundamentalmente en las notas que deben sacar y en la carrera que deben estudiar. Es decir, podemos pensar en lo que harán, en vez de en lo que serán. Se reflexiona poco sobre los valores, sobre las posibilidades con las que podemos dotarles de autodominio, fuerza de voluntad y confianza en sí mismos.”
Después de leer y reflexionar sobre cómo puedo ayudar a mi hija a que sea feliz, he sacado dos propósitos que intentaré llevar a cabo a lo largo de los próximos años, el primero, quererla mucho y hacérselo saber cada día y el segundo, trabajar con ella la voluntad y la empatía.
Enrique Rojas afirma que “la voluntad es la joya de la corona de la conducta. El que la tiene puede conseguir que sus sueños se hagan realidad si sabe ser constante. Cuando esta ha sido trabajada a fondo, trae consigo otra serie de manifestaciones: buena tolerancia a las frustraciones, fuerza suficiente para crecerse ante las adversidades, ser buen perdedor, saber lo importante que es volver a empezar, optimismo que no se dobla ante los problemas y, por supuesto, una alegría de fondo que penetra en toda la persona.”
Por otra parte, distintos autores que he tenido la oportunidad de leer durante estos días afirman que “tu hijo será más feliz en la medida en que aprenda a hacer la vida amable a los demás: escuchándolos con empatía, sonriendo, aunque tenga problemas, tomando una actitud solidaria con ellos.” O como dice Marian Rojas, “gran parte de la calidad de nuestra vida depende de cómo nos relacionamos, de cómo somos capaces de querer y de recibir el afecto de otros”.
Voluntad y empatía, y de aquí todo lo demás, con calma, porque como leí: “podemos pensar que son muchos los valores que interesa educar. Es cierto, pero hay un principio de armonía entre todos: cuando mejora alguno, se perfeccionan al mismo tiempo los demás.”
A los dos propósitos que he comentado, añado el más importante para nosotros, saber transmitirle la fe y darle a conocer a Dios. Ese Dios que le va a querer incondicionalmente, que se alegrará con ella de cada progreso y que le ayudará a levantarse después de cada tropiezo. Ese Dios al que nosotros, como padres, le rezamos para que, María pueda sentirle, tratarle y quererle todos los días. Ese Dios que nos ha regalado la oportunidad de tener a María en nuestra familia, de educarle y de ayudarle a que lleve su vocación a cabo que, sin ninguna duda, será lo que realmente le haga feliz.
María Sureda de Lucio
Profesora de Educación Primaria
Colegio Alborada
Corominas, F y Alcázar JA (2020). Virtudes humanas, Palabra
Rojas, E (2020). Todo lo que tienes que saber sobre la vida, Espasa
Catret, A (2018). Emocionalmente inteligentes, Palabra
Rojas, M (2021). Encuentra tu persona vitamina, Espasa
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