Tenemos la misión con nuestros hijos, hacer de ellos mejores personas.
– ¿Papá, estás contento conmigo?
– Claro hijo, siempre estaré contento de tenerte, pero lo que no me parecerá bien será que hagas cosas malas. Porque tampoco me parecerá bien que te hagan cosas malas. ¿Lo entiendes?
– Sí papá.
Era una pregunta retórica… pero te ha podido suceder, porque con cuatro años un pequeño humano es capaz de llegar a formular preguntas con ese nivel de abstracción.
Unas horas antes, esa misma tarde entre risitas nerviosas mi hijo escondía una nota arrugada tras la espalda y mi mujer, con esa astucia que la caracteriza no tardó en darse cuenta de que ocultaba algo… Una nota de la profesora que nos informaba sobre una acción de nuestro hijo a otra compañera.
Cómo padres tenemos una misión, una misión que no te explica el pediatra, ni la enfermera, incluso a veces ni los maestros, pero creo que es una misión que tenemos: entregar a nuestro hijo un legado, hacer de él la mejor persona que esté en nuestra mano.
El día a día nos hace perder muchas veces esta perspectiva y la rutina nos baja el enfoque a detalles insignificantes y a veces agotadores. Porque si hacemos de nuestros hijos buenas personas, y me refiero a personas con rectitud moral, serán capaces de cambiar la sociedad.
El mejor regalo que le podemos hacer es corregir a nuestro hijo sobre una acción, haciéndole ver que hay hechos que sus padres no van a tolerar. La moralidad es un elemento que debe de fijarse bien en la persona, desde tempranas edades ya podemos observar rasgos de ella. Dar a nuestros hijos retroalimentación de que lo que están haciendo es bueno o malo les servirá de referente para estructurar sus respuestas ante determinadas situaciones.
Papá ¿estás contento conmigo? Es una pregunta que nace de su conciencia. Él sabe que ha hecho algo que no ha sido bueno y que te ha decepcionado. Él necesita recuperar la complicidad con su padre. Su padre le quiere y se lo hace saber, porque querer, amar, no es consentir, es dar lo mejor, buscar sacar lo mejor de él, aunque a veces nos duela.
Juan Antonio Sánchez
Orientador
Colegio Alborada