Navidad realmente difícil fue la de Jesús, María y José.

Hace unas semanas, Javier Leoz, un párroco de Pamplona, recibió una llamada de un número privado. Aunque parece ser que no lo cogió a la primera, «casi se le sale el corazón» -utilizando sus mismas palabras- cuando al responder descubrió que era el Papa Francisco quien le llamaba. El Papa quería felicitarle por una poesía que había publicado unos días antes, y cuyos primeros versos dicen:
«¿Que no habrá Navidad?
¡Claro que sí!

Más silenciosa y con más profundidad,
más parecida a la primera, en la que Jesús nació en soledad».
Y es que hay que reconocer que si alguna vez hubo una Navidad realmente difícil fue la de Jesús, María y Jose.

Nosotros, este año, nos encontramos con una Navidad, como dice el autor de la poesía, «sin grandes mesas y con grandes ausencias». También José, María y Jesús se encontraron ellos solos, a pesar de pertenecer a la estirpe de David, con una situación económica muy precaria y con un futuro bastante incierto.

Externamente las circunstancias actuales nos pueden aproximar en cierta medida a aquella Navidad. Pero depende ya de cada uno el vivirla con la profundidad y el sentido con que la vivieron ellos. Al igual que hace 2000 años, también la actitud nuestra puede ser tan diversa como figuritas hay en el Belén. Poner el Belén en casa nos puede servir para meditar qué personaje se aproxima más a nuestro comportamiento. ¿Herodes, que se adora a sí mismo, y por eso Jesús le incomoda? ¿El posadero, que está muy ocupado en las cosas y poco ocupado en las personas? ¿Los pastores, gente sencilla y muy sacrificada, los únicos preparados para adorar a Dios en el momento de su nacimiento?

En la primera Navidad, a ese Dios que se hizo un bebé desvalido, rodeado de pobreza, precisamente lo reconocieron los que estaban en gran parte en situación similar. El hoy y ahora por el que pasamos, con sus dificultades, puede ser una oportunidad única para descubrir la llamada de Dios, no la llamada de un número privado desconocido: la llamada que anuncia la gran Buena Nueva, que hace, más que nunca, que «se nos salga el corazón».

Arturo Garralón Blas
Capellanía
Colegio Alborada

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